jueves, 20 de septiembre de 2012

Arquitectura, música, arte, belleza.

Hay días en que apenas puede uno levantar la mirada de los propios pies, días en que los obstáculos cotidianos parecen insalvables, días en que la realidad social, las penas e injusticias del mundo en que vivimos gritan dentro de uno más fuerte que cualquier otra cosa. Hay días en que la perspectiva del resto de nuestras vidas es sombría, y apenas hay rastro de que un rayo de luz vaya a atravesar el cielo encapotado que cubre el ánimo.

Pero incluso en esos días, son innumerables los caminos que pueden abrirse en cualquier instante, en cualquier grieta entre dos nubes negras.

"Cada instante es una puerta por la que el Mesías puede entrar". Walter Benjamin

He aquí uno de esos caminos, o más bien una insinuación de uno de esos caminos; algo que insufla un aroma que le hace a uno confortarse en esos días sombríos y, si bien no dispersa las nubes, al menos asegura que pueden ser fácilmente disueltas. Y que lo serán. Insinuemos un camino, pues:

"La arquitectura es música congelada." Friedrich von Schelling

"Al oír la música de Bach tengo la sensación de que la eterna armonía habla consigo misma, como debe haber sucedido en el seno de Dios poco antes de la creación del mundo." Johann Wolfgang Goethe


La belleza y profundidad del Arte se le pueden a uno revelar en cualquier momento, todos hemos tenido visos de ello. Cine, pintura, escultura, poesía, teatro... Y cuando uno llega a ese estado, ¿qué son ante esa grandiosidad las pequeñas tribulaciones puntuales, diarias; qué puede una pena efímera ante la eterna majestuosidad de los colosales templos egipcios?

Y éste es sólo un camino, de los innumerables que hay...


No hay comentarios:

Publicar un comentario