Cuando uno levanta la vista de su plato de lentejas se encuentra con una visión más amplia. Cuando uno levanta más la vista, la visión crece más.
Podemos imaginar cómo podía ser vivir en la Edad Media, en una dictadura militar (los que no vivimos en una), en la época del Imperio Romano, en el antiguo Egipto... o más allá. Al hacerlo es fácil percibir los avances que han acaecido en la humanidad. Al menos en las sociedades tecnológicamente avanzadas, la suerte que tenemos.
Cuanto más levantamos la vista, más calmo es todo: el silencio del Universo, el pequeño planeta que nos acoge flotando en él. La gran calma que no entiende de nuestras pequeñeces, del pelo que hay en mi sopa. La paz interior (que es la única paz que existe, por cierto) ante una puesta de Sol, en la visión de una montaña, en la lectura de ciertos poemas. En la contemplación en sí misma, en la vida por el hecho de existir, incluso en la existencia misma por el hecho de existir. Cuando estamos conectados con nosotros mismos, de forma sincera y profunda, todo esto se revela. Es un hecho que la experiencia muestra.
Nuestro ego no es simplemente ese presuntuoso personajillo siempre hambriento y exigente. Si así fuera, la mayoría de las personas lo tendrían controlado, como de hecho se tiende a pensar. Nuestro ego es mucho más complejo, tiene muchas caras. Algunas de ellas, por ejemplo, nos muestran que es imprescindible en nuestra vida, y nos hacen estarle agradecidos porque exista. Otras nos enseñan que también es, en parte, un personaje perfectamente bondadoso, pero que no suele levantar la vista de su plato de lentejas, aún cuando él piense que sí.
jueves, 27 de septiembre de 2012
jueves, 20 de septiembre de 2012
Arquitectura, música, arte, belleza.
Hay días en que apenas puede uno levantar la mirada de los propios pies, días en que los obstáculos cotidianos parecen insalvables, días en que la realidad social, las penas e injusticias del mundo en que vivimos gritan dentro de uno más fuerte que cualquier otra cosa. Hay días en que la perspectiva del resto de nuestras vidas es sombría, y apenas hay rastro de que un rayo de luz vaya a atravesar el cielo encapotado que cubre el ánimo.
Pero incluso en esos días, son innumerables los caminos que pueden abrirse en cualquier instante, en cualquier grieta entre dos nubes negras.
"Cada instante es una puerta por la que el Mesías puede entrar". Walter Benjamin
He aquí uno de esos caminos, o más bien una insinuación de uno de esos caminos; algo que insufla un aroma que le hace a uno confortarse en esos días sombríos y, si bien no dispersa las nubes, al menos asegura que pueden ser fácilmente disueltas. Y que lo serán. Insinuemos un camino, pues:
"La arquitectura es música congelada." Friedrich von Schelling
"Al oír la música de Bach tengo la sensación de que la eterna armonía habla consigo misma, como debe haber sucedido en el seno de Dios poco antes de la creación del mundo." Johann Wolfgang Goethe
La belleza y profundidad del Arte se le pueden a uno revelar en cualquier momento, todos hemos tenido visos de ello. Cine, pintura, escultura, poesía, teatro... Y cuando uno llega a ese estado, ¿qué son ante esa grandiosidad las pequeñas tribulaciones puntuales, diarias; qué puede una pena efímera ante la eterna majestuosidad de los colosales templos egipcios?
Y éste es sólo un camino, de los innumerables que hay...
Pero incluso en esos días, son innumerables los caminos que pueden abrirse en cualquier instante, en cualquier grieta entre dos nubes negras.
"Cada instante es una puerta por la que el Mesías puede entrar". Walter Benjamin
He aquí uno de esos caminos, o más bien una insinuación de uno de esos caminos; algo que insufla un aroma que le hace a uno confortarse en esos días sombríos y, si bien no dispersa las nubes, al menos asegura que pueden ser fácilmente disueltas. Y que lo serán. Insinuemos un camino, pues:
"La arquitectura es música congelada." Friedrich von Schelling
"Al oír la música de Bach tengo la sensación de que la eterna armonía habla consigo misma, como debe haber sucedido en el seno de Dios poco antes de la creación del mundo." Johann Wolfgang Goethe
La belleza y profundidad del Arte se le pueden a uno revelar en cualquier momento, todos hemos tenido visos de ello. Cine, pintura, escultura, poesía, teatro... Y cuando uno llega a ese estado, ¿qué son ante esa grandiosidad las pequeñas tribulaciones puntuales, diarias; qué puede una pena efímera ante la eterna majestuosidad de los colosales templos egipcios?
Y éste es sólo un camino, de los innumerables que hay...
martes, 18 de septiembre de 2012
Terrenal. Espiritual.
En nuestra época (presuntuosa donde las haya) suele atribuirse a la ignorancia de los pueblos antiguos su fijación por el culto, por los ritos y en general por lo que está más allá de lo material y obvio. Así, suele achacarse al miedo a lo desconocido la importancia dada a los ritos de defunción. Cuanto más leo, más en desacuerdo estoy. No puedo evitar creer detectar algo más en ello.
Hoy, por ejemplo. Cita de 'La Arquitectura', de G. W. F. Hegel:
" Del mismo modo que la agricultura ha transformado la vida nómada en un género de vida estable y sedentario, las tumbas, los enterramientos y el culto de los muertos han contribuido a reunir a los hombres y han llegado a ser, incluso para los que sin propiedades, no llevaban una vida estable, lugares de reunión, lugares sagrados que eran defendidos y que por nada del mundo se dejarían arrebatar. Así, por ejemplo, según Herodoto (II, c. 126- 127), Darío, viendo a los escitas evitar el combate, envió un mensajero ante su rey para que le dijera que, si se creía suficientemente fuerte para resistir, no tenía más que aprestarse para el combate; si no, le bastaba con reconocer a Darío como soberano; a lo cual habría respondido Idantirso que los escitas, al no poseer ciudades ni campos, nada tenían que defender y que Darío, en consecuencia, nada tenía que destruir; pero que si Darío estaba totalmente decidido a presentar batalla, bastaba con que la emprendiera contra las tumbas de sus padres: entonces vería si los escitas sabían batirse para defenderlas. "
Hoy, por ejemplo. Cita de 'La Arquitectura', de G. W. F. Hegel:
" Del mismo modo que la agricultura ha transformado la vida nómada en un género de vida estable y sedentario, las tumbas, los enterramientos y el culto de los muertos han contribuido a reunir a los hombres y han llegado a ser, incluso para los que sin propiedades, no llevaban una vida estable, lugares de reunión, lugares sagrados que eran defendidos y que por nada del mundo se dejarían arrebatar. Así, por ejemplo, según Herodoto (II, c. 126- 127), Darío, viendo a los escitas evitar el combate, envió un mensajero ante su rey para que le dijera que, si se creía suficientemente fuerte para resistir, no tenía más que aprestarse para el combate; si no, le bastaba con reconocer a Darío como soberano; a lo cual habría respondido Idantirso que los escitas, al no poseer ciudades ni campos, nada tenían que defender y que Darío, en consecuencia, nada tenía que destruir; pero que si Darío estaba totalmente decidido a presentar batalla, bastaba con que la emprendiera contra las tumbas de sus padres: entonces vería si los escitas sabían batirse para defenderlas. "
viernes, 14 de septiembre de 2012
¡Gracias!
Una preciosa primavera me ha regalado algunas cosas. Aquí, dos de ellas: una felicitación y un poema dedicado.
Con qué poco se le llena a uno el alma a rebosar.
Mil gracias.
Con qué poco se le llena a uno el alma a rebosar.
Mil gracias.
Abiertas las puertas del Templo.
Hoy es mi cumpleaños. Ayer, sin tener este dato en mente, decidí ser más prolífico en el blog. Decidí que para ello es mejor trenzarlo más con mi vida diaria, y no sólo con reflexiones esporádicas; algo que me cuesta. Por tanto, tengo intención de escribir mucho más, casi a diario o por lo menos semanalmente, tiñendo más el blog de mis vivencias del día a día.
Para mí esto significa abrir, tímidamente, las puertas del Templo. Digamos, del templo exterior.
Seguramente escriba por las mañanas desde el trabajo, en uno de esos momentos de tranquilidad que a veces se hallan. Esto significa que las entradas estarán algo tintadas por lo que leo en el metro (de Madrid) viniendo a trabajar, ya que lo que allí leo resuena en mí durante toda la mañana y su eco sólo se apaga cuando el sonido de mi estómado gruñendo por comida lo tapa a mediodía.
Así que lo de hoy está escrito sobre un fondo del color del libro 'La Arquitectura' de Hegel (parece que el libro forma parte de otra obra más amplia, seguramente sobre el Arte, pero la publicación de la editorial Kairós no dice nada al respecto). Allí describe Hegel la arquitectura de las grandes construcciones egipcias. Y un ignorante como yo en tales cuestiones no puede por menos que asombrarse ante las descomunales estructuras que describe, citando frecuentemente a Herodoto. Templos inmensos, de tres mil estancias, de proporciones difíciles de asimilar si no se ven... y yo no las he visto.
Uno se imagina paseando por allí en silencio, por ejemplo en un atardecer, y todo lo que se me viene es una sensación de humildad, de veneración ante figuras gigantes, ante dioses viejos y terribles. Algo repetido hasta la saciedad en la literatura (se me ocurren ahora mismo nombres como Lovecraft o el Barón de Maupassant), pero muy intenso cuando se redescubre en las propias carnes. A uno le da por ensoñar e imaginar y preguntarse, ¿qué veían esos viejos sacerdotes egipcios, qué veían esos antiguos faraones-dios? ¿Qué terribles e inmensas visiones poblaban sus sueños, tales que les llevaban a levantar esas monstruosidades?
Qué humilde se sentiría uno paseando entre esos grandes templos... Normal que, en su núcleo, donde sólo entraba el Gran Sacerdote, se escondieran los Misterios; tendría que ser muy osado aquél que, tras pasar entre esas piedras gigantes y llegar al límite del núcleo, aún se atreviese a ir más allá... Para él no estaban abiertas las puertas del Templo.
Como banda sonora para ese silencioso paseo mientras cae la noche se me viene a la mente algo oscuro, misterioso, fascinante y, sobre todo, difícil de definir y profundo. Por ejemplo, alguna pieza de Eleh (con cascos o en silencio, y bien alto, por favor):
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